siguenos en facebook siguenos en Google+ siguenos en Twitter Canal de youtube sígueme en Instagram sígueme en Tumblr Rss feed sígueme por Correo Con palabras de suerte...: De madrugada.

jueves, 31 de enero de 2013

De madrugada.

Como cada mañana, a las 10 en punto, sonó el despertador. Lentamente, abría los ojos, y observaba a su alrededor un nuevo día, con 24 horas para poder disfrutarlo. Los pocos rayos de sol que podían escaparse entre las nubes, se colaban por las rendijas de la persiana de su cuarto. No había nadie en su casa. Se respiraba tranquilidad, paz y silencio. Arrastraba minutos, remoloneando entre las sábanas. No quería salir de ese nidito de calor. Era agradable el contacto de las sábanas sobre su piel y esa sensación de calidez que le proporcionaba. Aunque, minutos después, salió de su refugio, se puso las zapatillas y se dirigió a la cocina. Encendió la radio, sintonizó su emisora favorita y subió el volumen. Al ritmo que sonaba la música, ella untaba las tostadas, con mermelada de melocotón, su favorita, y se servía un café calentito, recién hecho. Lo colocó todo cuidadosamente en una bandeja y se lo llevó a la habitación. Lo dejó sobre el escritorio y se sentó en una silla, frente a la ventana. Vio su reflejo en el cristal, el reflejo de una chica a la que le encantaba vestirse con una sonrisa día a día, pasara lo que pasara, y que siempre guardaba sus sentimientos, por miedo a lo que pudieran pensar los demás, por no preocupar a la gente. De repente, en la ventana empezaron a aparecer unas gotas como si de agua se tratara. Pero fuera no llovía. La chica se llevó las manos a la cara, notándola cada vez más mojada. En cuestión de segundos, sus ojos se llenaron de lágrimas saladas, desordenadas. Se dio cuenta de que llevaba demasiado tiempo guardando esa tristeza que le invadía desde hacía días por dentro. No paraba de llorar. Pensó que escribiendo lo que sentía en ese momento en un papel, le haría sentirse mejor. Apartó la bandeja con el desayuno, cogió una hoja en blanco, un lápiz y comenzó a escribir: ''Dolor, impotencia, alegría, desesperación, angustia, excitación... sentimientos, pensamientos, sensaciones incontables que invaden los rincones más escondidos de mi cabeza, de mi corazón, de mi yo interno. ¿Y cómo curarme de esta enfermedad sentimental que me invade? Esta enfermedad a la que llaman amor... Pues no tiene cura. Bueno si la tiene, el tiempo. Dicen que él se encarga de sanar esas heridas, de quitar esas espinas clavadas en el corazón, que tanto daño causan. Pero claro, nadie establece un límite exacto, una fecha concreta, que te indique cuando pararás de llorar, de sufrir por esa persona que se esfumó de tu vida de la misma forma en que llegó. ¿Quién lo hará desaparecer? ¿Otra persona? Tarde o temprano, algo volverá a empezar y de nuevo, la historia se acabará, y yo volveré a estar en la misma situación. Desilusionada, triste... Estoy cansada de buscar. No hago más que encontrar príncipes que acaban convirtiéndose en sapo, cuando debería ser al revés... Todas estas lágrimas son derramadas por los recuerdos del ayer. Cada una representa un momento, un beso, un domingo abrazados bajo la manta viendo una película en el sofá comiendo palomitas. Cada lágrima lleva su nombre. Ha pasado un año y para que negarlo... aún le echo de menos. Es mi primer pensamiento al levantarme y el último antes de cerrar los ojos. Creo que nadie podrá reemplazarle. Nadie me hará sentir lo que él conseguía con una simple mirada. Desearía con todo mi corazón que ahora mismo estuviera aquí...'' Paró de escribir repentinamente y corrió al baño, a secarse la cara bañada totalmente por un agua llena de sentimientos. Cuando regresó, se paró frente a la hoja, la dobló, la metió en un sobre y lo cerró. En el anverso de éste puso como destinatario la inicial de él J. seguido de ''Siempre te estaré esperando. Te quiero.'', y en el remitente puso ''La que una vez fue la causa de tu sonrisa''. La dejó sobre la mesa del salón y el resto del día se lo pasó mirándola. No sabía que hacer. Si la enviaba, jamás llegaría a su destinatario, pero si no lo hacía, tampoco recibiría respuesta alguna a aquella declaración de sentimientos. Por lo que tomó una decisión. Decidió salir al balcón y quemar la carta. Pensó que si, tal vez, aquellas palabras se las llevaba el viento, existía la posibilidad de que sus deseos, sus sueños de volver a tenerle a su lado, se cumplirían. Era una posibilidad muy improbable, pero ella confió en esa mínima esperanza.
Llegada la noche, todo seguía igual. Ella triste se acostó sobre su cama. Como esperaba, no había recibido respuesta alguna. Pero seguía dándole vueltas a todo y, entre lágrimas, se quedó dormida. De repente, en medio de la madrugada se despertó. Había recibido un mensaje de un número desconocido, el cual decía: ''¿Me sigues esperando? Yo jamás te he olvidado, aunque parezca todo lo contrario... Si me alejé de ti, fue para no herirte, para no hacerte sufrir... No lo merecías. Hice las cosas mal desde un principio, al contrario que tú, que me demostraste día a día lo que sentías por mí... Me he dado cuenta de que cometí un tremendo error. Me he dado cuenta de que aunque vaya de fuerte, soy un sensible y sé que te echo de menos... más de lo que yo pensaba... Dejamos una historia con final incierto...  y me gustaría poder hacer que ese final tenga una continuación, aunque entendería que no quisieras volver a intentarlo... Ni siquiera sé si este mensaje lo leerás o lo borrarás, pero tengo esa mínima esperanza que tú decías que había que tener ante las situaciones difíciles... Si cambias de opinión, estoy en tu portal, esperando la respuesta... Lo siento.''. Su corazón se aceleró, a más de mil por hora. Le daba la impresión de que le iba a estallar, que se le iba a salir del pecho. La piel se le erizó. No podía creerse lo que acaba de leer. Una mezcla de alegría y miedo le invadió por dentro... tenía claro lo que quería hacer. No se lo pensó dos veces. Se bajó en pijama a la calle y le vio a través del ventanal. En ese momento, se dio cuenta de que aquel mensaje no era obra de su imaginación, ni obra de un sueño. Él estaba allí, al otro lado de la puerta, esperándola. Abrió el portal y de un salto, terminó en sus brazos, besándole fuertemente, mientras pequeñas lágrimas, esta vez de felicidad, caían de sus ojos. No hizo falta decir más. Se miraron el uno al otro y se volvieron a besar. De repente, entre ellos cayó del cielo un pedazo de papel medio quemado en el que podía leerse: '' Siempre te estaré esperando. Te quiero.''.

2 comentarios: