siguenos en facebook siguenos en Google+ siguenos en Twitter Canal de youtube sígueme en Instagram sígueme en Tumblr Rss feed sígueme por Correo Con palabras de suerte...: *

sábado, 24 de noviembre de 2012

*

Un día como otro cualquiera, ella se disponía a salir de su casa como cada mañana para ir a clase, con una gran sonrisa dibujada en su rostro, dispuesta a que nadie se la borrara. Mientras andaba por la calle, camino del metro, en su mente daban miles de vueltas una gran cantidad de recuerdos que, últimamente, no la dejaban tranquila. Echaba de menos la sensación de tener a alguien con quien poder contar a cada hora del día, en cada momento de infelicidad, a alguien a quien poderle contar por qué aquel día había sido uno de los mejores de esa semana, a alguien a quien poderle decir te quiero. Extrañaba todo aquello, pero no podía dejar que todos esos pensamientos arruinaran su día. Asique, encendió su móvil y se puso a escuchar música mientras llegaba a la estación. Después de esperar al metro durante unos minutos, entró en el vagón y se sentó en la fila de cuatro asientos. Fueron pasando estaciones y, en una de ellas, se subió una pareja de enamorados. No podía quitar la mirada de ellos, y, otra vez, todos aquellos recuerdos volvieron de golpe a su cabeza. El reproductor estaba en orden aleatorio y, como si de una señal se tratara , sonó su canción, aquella que tanto le recordaba a él. No se lo podía creer, y poco a poco, la tristeza le fue invadiendo por dentro, y ya no se pudo quitar en el resto de la mañana aquel recuerdo que permanecía en su cabeza, como una espina clavada que no paraba de hacerle daño.
La mañana transcurrió sin problemas para ella, hasta que recibió un mensaje cuando estaba en clase. Era una amiga suya, diciéndola que un amigo suyo quería conocerla, que se había fijado en ella desde los primeros días de clase, pero que nunca se había atrevido a decir nada por vergüenza. Ella se sorprendió, no podía creerse lo que estaba pasando, pero se armó de valor y salió a conocer al chico. Su primera reacción fue normal, sin más. Ella sentía que no debía arriesgarse otra vez a pasarlo mal, que no debía gastar de nuevo lágrimas por alguien que, en un futuro, le podría hacer daño. Pero, con el paso del tiempo, se fue dando cuenta de que conocer a ese chico tampoco debía ser algo malo, debía borrar su anterior experiencia de la cabeza, ya que ninguna persona es igual que otra. Puede que aquella fuera su gran oportunidad. Asique no la desaprovechó, y empezó a hablar con él. Al principio ella sentía miedo, porque no sabia como se desarrollaría todo, pero poco a poco se fue soltando. Se dio cuenta que aquellas conversaciones que en un principio eran de minutos pasaron a ser de horas. Acabaron convirtiéndose en algo imprescindible para ella. Pasadas unas dos semanas, ella se dio cuenta de la ilusión que le producía el verle cuando se lo cruzaba por los pasillos. Por fin, un día en clase, decidió dejar aparte la timidez y pedirle al chico que la acompañara a dar una vuelta por la ciudad. Él le dijo que sí sin ningún problema, y ella, muy ilusionada, le respondió con una sonrisa. Esa misma tarde se vieron. Ella estaba nerviosa, no se acordaba de como había que actuar por el miedo y la vergüenza que tenia en el cuerpo. Era puro nervio y, como consecuencia, la temblaban las piernas y las manos. Pero él le ayudó, le hizo relajarse haciéndola reír y sacándola miles de temas de conversacion para hacerla ver que no había razón por la que estar nerviosa. Dieron vueltas por el centro de Madrid, entraron a las tiendas a ver y comprar ropa y cenaron en un restaurante. La cena transcurrió con tranquilidad, aunque hubo muchos silencios. Ella estaba muy ilusionada, casi era el final de la cita y tenía ganas de besarle, pero su timidez se lo impedía. Al final de la cena, el le dijo: te voy a llevar a un sitio precioso que nunca olvidarás. Inmediatamente ella se emocionó, no sabia que decir, asique se calló,  le sonrió, pidieron la cuenta y salieron del restaurante. Iban andando por la Gran Vía, cuando, de repente, él la dio la mano. Se miraron y sonrieron. Después de un largo paseo, se pararon en el Círculo de Bellas Artes. Ella nunca había estado allí y no sabia lo que le esperaba. El la abrió la puerta y la dejó pasar primero. Una vez dentro, le dijo que cerrara los ojos, que faltaba poco para su sorpresa. Y ella los cerró, sonriente. Una vez en la parte alta del edificio, él le dijo: este es mi rincón favorito de Madrid y quiero compartirlo contigo, porque, a partir de ahora, me gustaria que también lo fueras tú. E inmediatamente la besó. Ella se quedó paralizada. Pero, a la vez, se dio cuenta de que necesitaba desde hace tiempo que alguien le dijera aquellas palabras. En ese momento, vio que no todo estaba perdido, aunque algunas cosas le fueran mal, y que realmente merecía la pena aprovechar aquella oportunidad que la vida le había ofrecido, porque nunca sabes cuando vas a volver a enamorarte de alguien y, si una persona esta interesada en ti y te gusta, aunque al principio te coma el miedo, merece la pena arriesgar por ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario