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martes, 30 de diciembre de 2014

.Versos del ayer.

Es triste. Melancólico. Te envuelve en un sentimiento de rabia. Poder y no querer. O querer y no poder.
Tantos planes improvisados, a última hora. Recorrerse el mundo en globo como escribió Julio Verne, pero no en ochenta días sino, durante una vida entera. Viajar a playas desiertas, paradisíacas, bailar con las olas bajo el manto de estrellas, bajo la luz de la luna. Tantas sonrisas dibujadas en los rostros, como si fuésemos niños pequeños. Tantas cosas sin decirnos, silenciadas por el miedo, por la cobardía de no abrir el baúl de sentimientos, cerrado con llave, de permitirles volar en un estado de libertad donde nos incitaran a dejarnos llevar. Tantas caricias dadas, punteando lunares en su espalda, erizando hasta el último vello de su suave y delicada piel. Tantos besos que se quedaron sin dueño, donde sus labios ansían el roce de los suyos a pesar de reprimirse el deseo. Y no será por falta de tiempo. Jodida estupidez humana. Es por falta de querer comerse hasta el último rincón del mundo. Por falta de motivación. Por querer rendirse demasiado pronto en vez de seguir apostando por lo que realmente sabes que merecerá la pena. Por no querer luchar por sus sueños. Por los deseos, visibles en sus ojos cada vez que ella le roza, le abraza o besa su mejilla. ¿Por falta de ilusión entonces tal vez? No lo sé. Pero las ganas invaden cada recoveco de su ser. Y ambos lo saben. Sus palabras una vez tuvieron la misma cohesión, sus labios encontraron la coherencia exacta con el simple y tierno roce y la adecuación que la situación ofrecía. La atracción fue, es y será siendo palpable. Aunque últimamente el orgullo se encuentra haciendo mella, por ponerle algún nombre a esa traba, a ese problema, a ese obstáculo que muchos llaman, entre otros términos, distancia. Está haciendo su papel a la perfección. Y terminó el acto hace tiempo. Hace días. Hace semanas. Alguien me dijo una vez que si tenía un sueño que no dejara que nada ni nadie me lo arrebatara, que luchara por él como si no hubiese un mañana. Porque reprimir el deseo, las ganas, dejar que las palabras de otros te influyan son algunas de las peores decisiones que el ser humano puede tomar. Debemos seguir lo que nuestro propio instinto nos diga. Guiarnos por lo que nuestro corazón desea. Hallando así la felicidad que de otra forma no encontraríamos.


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