Fría como el invierno. Agradable como un cálido amanecer de verano. Calculadora, hasta del más mínimo detalle. Distante con los que se quedaron atrás por puro orgullo y egoísmo. Independiente y solitaria, sumida en el mar de dudas y pensamientos que recorren cada rincón de mi cabeza.
He cambiado. El tiempo pone a cada uno en su lugar. Experiencias. Retos. Metas. No soy la misma. A medida que pasa el tiempo, mi interior se llena de cicatrices. De heridas del ayer, invisibles al ojo humano. Pero también de recuerdos. La firmeza de mis pasos retumba en cada terreno que frecuento. Marcando el ritmo. Ideas claras. Impulsiva. Me invaden las ganas de empezar de cero. Aquí. O allí. Sola. O acompañada. Lejos. Con lluvia. Con sol. Entre montañas. O acariciada por las olas del mar. Tumbada en la arena. En el fin del mundo. Espíritu aventurero. Sin rumbo. Sin brújula. Fiel a mis instintos. Emprender viajes. Luchar por alcanzar el horizonte. Tirar hacia adelante. Dejarme llevar. Caer. Volverme a levantar. Soñar. Abrazar. Sentir. Echar de menos. Correr. Saltar. Besar. Querer. Amar. Probar cosas nuevas. Hallar la felicidad.
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